Pensar precedido por el pensamiento


"Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído."
Jorge Luis Borges.



Ya he dicho que si utilizara expresiones como “según A” o “desde la perspectiva de B”, sería un acto deshonesto al presentarme como quien ha comprendido lo que A o B quisieron decir. Creo, en principio, en la imposibilidad de penetrar en las intenciones del pensamiento de cualquier autor. Sin embargo, eso no me imposibilita a utilizar mi propia capacidad de atender y comparar para intentar proponer o evidenciar alguna relación o semejanza entro dos o más proposiciones; aunque sea muy probable que al hacerlo, de facto, me distancie de la posible intención del autor y, seguramente, termine diciendo algo completamente diferente, incluso contrario, a lo que éste hubiera planteado.

Así mismo, si utilizara dichas expresiones, u otras como “a partir de lo dicho por A” o “en contraposición a lo dicho por B”, incurriría en lo que se suele conocer como una falacia que apela al autor, es decir, a su autoridad, como si necesitase soportar mis propias proposiciones. No obstante, al tratar de hacerme comprensibles los textos de A o de B, me es necesario reutilizar sus expresiones e intentar reconstruir sus argumentos, de modo que mi entendimiento logre aproximarse a lo dicho por A o por B y que, aunque jamás pueda saber si mis lecturas se corresponden con lo que realmente dijeron, me llevarían a escribir de cierta forma en la que debo utilizar recursos como el parafraseo o el uso de comillas seguido de una referencia a A o B, o a un C que refiere a éstos. Tal es el modo que se impone al ejercicio de la escritura académica, que supone ciertas lógicas de autoridad y legitimación del pensamiento, jerarquizaciones de acceso y posesión del conocimiento. 

Sin embargo, quisiera eximirme en este blog de esas reglas del juego académico, y ser un poco más laxo en algunas proposiciones sobre lo dicho por algún autor, permitiéndome expresiones como “creo que A dijo P y entiendo P como R” o “Q, que quizá haya sido dicho por B, implica W” o “leo ‘Z’ en un texto de C” (en este último caso usaré las comillas para advertir que repito literalmente, cuando se trate de una proposición “Z” que, independientemente de mi incomprensión o de su inconveniente traducción, me encaje dentro de mi composición). En este punto alguien podría intuir una actitud conformista y "facilista" en la aproximación al pensamiento de los autores; podría ser cierto, pero mi propósito no es contemplar a A o B en sus altares de trascendencia hermética, sino situármelos en el terreno de la inmanencia humana originaria de sus pensamientos, donde son más fácilmente presa del robo legitimado en el acto de expropiación de sus obras.

Ya había advertido que ser honesto es un acto de moderación para no robar, pero lo único que es propiedad legítima de A o de B es el modo particular de configuración de su pensamiento, pero no así el lenguaje ni los problemas que con éste se construyen en el ejercicio del pensar y el escribir. Si quien escribe es precedido por la escritura, escribir es necesariamente un acto de expropiación y reapropiación del pensamiento expuesto. Diría que la moderación implica justamente que al orientar la atención hacia los textos, los argumentos y las proposición, pensando mediante la escritura precedida por el pensamiento escrito, se mantenga una actitud de cuidado, una cierta disposición a la sospecha y a la vigilancia frente a las propias creencias interpretativas sobre lo que pudieran haber pensado A o B; y así, solo estaré escribiendo mis propias opiniones, siempre debatibles y revisables, sobre lo que creo que pudieron haber dicho éstos, pero poniéndolas, si se quiere, al servicio de mi propio pensamiento o en función de mis propias preguntas.


Consideraciones frente a La ermita esteparia



Comentarios

Entradas populares de este blog

El problema de la existencia de Dios

Uso de una hermenéutica sincrética