Antropologismo teológico


Las formas como la gente suele representarse a Dios se configuran desde los diversos modos de expresión de la cultura en que se habita; que el hombre crea, inconscientemente, a los dioses a su imagen y semejanza es algo que se constata con prestar atención a la forma como los creyentes se relaciones con la divinidad y a los modos culturales a los que yacen arraigados. El antropomorfismo hace de toda teología un capítulo más de la antropología; intentar hablar de Dios es hablar de los hombres y su cultura, sus ideales y formas de ver el mundo. De ahí, también, el carácter paradójico del monoteísmo, porque toda representación de la divinidad está sujeta a ciertas condiciones de la historia y de la cultura que devienen en el tiempo; por lo que, además, es muy probable que a lo largo de su vida, un individuo tenga diversas representaciones de su Dios; y que al considerar diferentes arraigos culturales e históricos se obtengan variadas representaciones de la divinidad, aun cuando todos declaren, consciente y sinceramente, creer en el mismo Dios. 

Ante este aparente descubrimiento del antropomorfismo teológico, muchos han optado por un ateísmo ingenuo, sin embargo, el argumento del antropomorfismo teológico no dice nada de la existencia o no existencia de Dios, solo muestra la imposibilidad de una “teología pura”, y la consecuencia más directa de esto, no es la negación de las religiones, sino su reivindicación en el estudio de las culturas y la comprensión de los sistemas de creencias de los pueblos, así como su secularización frente a las pretensiones de los monopolios teológicos y cultuales (en especial la monolatria).


Consideraciones frente a La ermita esteparia

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