Mi condición de no-pensador que piensa mediante la escritura
Reconozco que hay gente que tiene por oficio el pensamiento, quienes generalmente también tienen por oficio la escritura; por tanto se les suele llamar pensadores y escritores. Algunos de estos se los ubica o se adscriben a escuelas o corrientes del pensamiento, o a líneas de estilo, y otros luchan por desmarcarse de los encasillamientos artificiales, que generalmente juzgan de reduccionistas. De un modo u otro, los pensadores y escritores son gente consagrada al quehacer, rigurosa y cuidadosa, que conoce lo propio del oficio del pensador y el escritor. Por mi parte, si osara llamarme escritor o pensador, mentiría, pues no solamente desconozco lo propio del oficio o las reglas de este arte, sino que no estoy con-sagrado a este quehacer. Yo asumo el acto de escribir, al igual que el del pensar, como una posibilidad aprendida, mal o bien, de mi condición humana; pero ni escribir ni pensar me hacen escritor o pensador.
Efectivamente, tanto el escritor como el pensador, son categorías que comportan procesos de legitimación, y ningún acto de autoproclamación conlleva en sí mismo legitimidad, aunque puedan existir muchos que ingenuamente se autodenominen pensadores o escritores. No existen procesos de legitimación individual, de autoproclamación, en la medida en que la legitimidad es siempre social. Hay campos de fuerza que configuran el estatus de lo legítimo. Conocer es también adquirir un estatus legitimado; así, en las artes, como en las ciencias y las disciplinas, se juega con reglas propias de cada campo, y la condición de jugador se legitima en parte por la apropiación de dichas reglas y por la comprensión o dominio de las lógicas del juego, pero fundamentalmente por la posibilidad de acceder al juego en condición de jugador reconocido. Saber X o saber Y es en realidad adquirir un estatus de legitimidad dentro de un campo de fuerza que configura X o Y como realidad, es decir, como conocimientos; se podría decir que X es el saber legitimado como conocimiento dentro un campo constituido por relaciones de fuerza y que implica unas ciertas reglas de juego. Así, ser pensador o escritor, es conocer lo propio del oficio, jugar con ciertas reglas y dominar ciertas lógicas propias del campo; todo lo cual, en mi caso, reconozco no poseer; así, soy un no-pensador que piensa mediante la escritura y un no-escritor que escribe mientras piensa allende las fronteras del campo legítimo de los escritores y los pensadores.
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