Mythos libertario (parte 1)



En las pasadas elecciones a presidencia, aspiró un precandidato desconocido, aunque de apellido muy conocido entre ciertas élites intelectuales o académicas de Colombia. La candidatura aparecía como la continuación de un movimiento que a penas va tomando fuerza en Colombia. Ya anteriormente, en las elecciones a la Alcaldía de Bogotá, había aparecido otro candidato había tenido ciertamente muy pocas posibilidades de llegar al Liévano. 

Pero, más allá, de este destello en la escena política de advenedizos candidatos, lo que me interesa aquí es la ideología sobre la que ambos estaban montados. Creo que estas dos campañas no se hicieron tanto para posicionarse políticamente como para aprovechar el escenario y difundir algunas ideas llamadas «libertarias». En los debates de candidatos presidenciales, el primero hacía gala de gran ingenuidad, aunque mostraba una mejor comprensión de la realidad nacional frente a su copartidario, el que le antecedió en el escenario político aspirando al Liévano y quien, con aún mayor ingenuidad, proponía vender el río Bogotá como estrategia de recuperación del río, o la genialidad de quitar la semaforización en la ciudad (¡vaya desfachatez...!). Pero este fue sólo mi primer acercamiento a este grupo ideológico.

Por esos días me encontraba buscando algo sobre Keynes cuando hallé en las redes a un personaje que señalaba que el keynesianismo estaba lleno de errores. Entre otras, advertía que el multiplicador era una gran trampa, y empezaba aclarando una malformación, por parte de Keyens, en la comprensión de la ley de Say, con la que se inicia en la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936). El crítico anti-keynesiano, que pronto encontré miembro de un instituto llamado Juan de Mariana, en España, recurría a un ejercicio muy legítimo al abrir directamente la obra de Jean Baptiste Say y mostrar dicha deformación keynesiana, además de hacer una pertinente contextualización del pensamiento de Keynes. El señalamiento me pareció muy pertinente, por cuanto la presunta ley de Say ha sido replicada en los manuales de economía sin una comprensión más que la que la interpretación suelta permite de la proposición "la oferta genera su propia demanda". En esto, nuestro antikeynesiano, de nombre Juan Ramón Rallo, daba en un buen punto y no me fue difícil hacer luego un pequeño experimento pidiendo a algunos amigos economistas se sirvieran de explicarme cómo interpretar la dicha proposición. En efecto, el sentido compartido era esto, que incluso para ellos resultaba extraño, de que con ofertar un bien o un servicio aparecía, como por arte de magia, quien comprara, con lo cual era muy cierto que los herederos de Keynes despachaban rápidamente el asunto de Say. Rallo hacía una explicación que juzgué coherente y a mi parecer francamente novedosa. Para que cada cual juzgue por sí mismo la argumentación de Rallo, les dejo el enlace de su conferencia: (https://youtu.be/cfuE-6xxdNQ).

Por mi parte, creo que después de todo, Rallo fue un poco injusto con Keynes al confundir el autor con sus interpretes; pues en la introducción del citado libro, Keynes, que si bien no cita a Say directamente, sí cita a Mill, que recrea el argumento de Say manteniendo su esencia, con lo cual sería responsabilidad de los lectores (o los no-lectores) de Keynes haber simplificado a tal deformación la ley de Say. Pero abran Uds. mismos y lean

Veamos el fragmento de John Stuart Mill, citado por Keynes: 

Los medios de pago de los bienes son sencillamente otros bienes. Los medios de que dispone cada persona para pagar la producción de otras consisten en los bienes que posee. Todos los vendedores son, inevitablemente, y por el sentido mismo de la palabra, compradores. Si pudiéramos duplicar repentinamente las fuerzas productoras de un país, duplicaríamos por el mismo acto la oferta de bienes en todos los mercados, pero al mismo tiempo duplicaríamos el poder adquisitivo. Todos ejercerían una demanda y una oferta dobles; todos podrían comprar el doble, porque tendrían dos veces más que ofrecer en cambio. (J.S. Mill, Principles of Political Economy, Lib. III, cap XIV. Citado en Keynes Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero.)

Más adelante volveré con otros apuntes del profesor Rallo. Por ahora, volvería con las disonantes propuestas del mal comprendido candidato al Liévano quien se inscribía en un ala que, lejos del tradicional y desgastado partido Liberal, se denominaba Libertario; pero preferiría señalar que rápidamente encontré alguien que en mis días de residencia en Buenos Aires jamás sospeché que existiera, pues las críticas que había conocido contra kirchnerismo, y más aún del propio peronismo, provenían de sectores más radicales de la izquierda, a los que, en algunos casos, despectivamente llamaban troskos, y no tanto por decidía a Troski como por un rechazo a un presunto marxismo "trasnochado" que insistiría en desconocer que si Keyenes había sido la cura al capitalismo del posteriormente denominado "Primer Mundo", el peronismo (aunque más bien, para no limitarlo al país del Plata, los cepalinos keynesianos), habría sido la respuesta para consolidar un cierto capitalismo policlacista y de Estado, lo que implicaría aceptar una cierta derrota al marxismo radical. (Aquí vendría bien destacar que Perón hallará alianza con el sindicalismo en el marco de una estrategia que bien cabría señalar de anti-comunista). Krause ciertamente se puede inscribir entre los antikirchnerismo y antiperonista, pero a su vez, en el sendero opuesto de cualquier marxismo. De nuevo, me encontraba con otro personaje que bien podría inscribir dentro de estos llamados Libertarios, y que explicaba de modo muy didáctico esta teoría del "Public Choice" y una interesante y a veces divertida crítica al Estado (https://youtu.be/kzNAE07jAgA), además de otras interesantes conferencias sobre el supuesto problema de la desigualdad y el problema de la pobreza (https://youtu.be/HMd2rS-KWOA).

Este personaje Krause, daba su charla en El Cato Institute (http://www.elcato.org/la-institucion), donde también concurría un chileno de nombre Axel Kaiser que se ha hecho fama por sus polémicas publicaciones en el diario chileno, El Mercurio (http://www.elmercurio.com/blogs/columnistas/20/kaiser-axel.aspx).  En cuanto a Kaiser, hace una interesante contextualización crítica del presunto "experimento neoliberal chileno", aclarando de paso el origen del término y algunas discrepancias entre la propuesta ordoliberal de Alexander Rüstow, que daría origen al llamado neoliberalismo, y el propio Friedrich Hayek y los pensadores de la llamada Escuela Austriaca (https://youtu.be/LjBJKopu3d8). Además, Kaiser ha publicado, junto a una peculiar chica guatemalteca, y de paso para introducir un personaje más en este cuadro de los Libertarios, un libro con el sugestivo título: El Engaño populista, en cuya portada (que es por lo pronto lo único que puedo juzgar por no haber aún tenido oportunidad de leerlo) aparecen las imágenes, organizadas en forma piramidal, de Fidel Castro, sobresaliendo en la cúspide de la pirámide, seguido de Chávez y Pablo Iglesias (líder del partido Podemos de España), Correa, Bachelet, Evo Morales, Fernández de Kirchner. Aquí, Gloria Álvarez y Axel Kaiser prometen una interesante crítica y advertencia ante el populismo que se presenta fundamentalmente como amenaza a la libertad individual, y por tanto a los valores liberales y libertarianos.

Vemos así que el novato aspirante al Liévano, y cuyas ideas fueron eclipsadas del debate, entre otros por la irresponsable edición amañada de Soho, era un pequeño brote en nuestro contexto colombiano de un movimiento ideológico que se viene abriendo sus espacios en estos Institutos como El Cato, Juan de Mariana y la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, además del despliegue en redes e invitaciones a programas de televisión y radio, de lo que cabe por cierto señalar que Gloría Álvarez tiene su propio programa radial, y el uso de la prensa y videos cortos de difusión ideológica que se propagan por las distintas redes sociales.

Se trata en conjunto de una defensa del capitalismo, que en el libertarianismo se identifica con la economía de libre mercado, a la vez que se diferencia de las economías intervenidas por el Estado, los llamados "capitalismos de Estado", y por supuesto, de toda forma de planificación centralizada de tinte socialista. En lo fundamental los referentes teóricos se encuentran en los Austriacos, como Hayek y Mises, algunos neoclásicos como Walras y Pareto, y en la escritora ruso-americana, Ayn Rand. Autores, a mi parecer, que por sí mismos merecen ser discutidos, más allá de los usos o las intenciones y fragilidades que personajes del actual libertarianismo puedan presentar.

Las críticas a estos "frikis" (por usar el adjetivo que la misma Álvarez ha usado para señalar el lugar minoritario de este movimiento en el escenario político internacional actual) no se han hecho esperar. Muchas de ellas, en clara reivindicación de los idearios que directamente son atacados por los libertarianos; críticas no del todo infundadas provenientes de las distintas "izquierdas". Ciertamente me gustaría tener más tiempo para reforzar algunas críticas, matizar otras y reivindicar posturas, quizá en otra entrada amplíe el asunto. Por lo pronto haré sólo algunas consideraciones muy de pasada.

La construcción de un enemigo abstracto, nunca bien definido, que se presenta como la amenaza latente, ha sido una estrategia usada en la batalla política con gran frecuencia. Del mismo modo como los marxismos abstrajeron y presentaron el capitalismo como la terrible amenaza, causa de los grandes males que sufre la humanidad y el planeta, y así como las distintas izquierdas irguieron el neoliberalismo, forma salvaje y despiadada del ya perverso capitalismo, en el enemigo a combatir; así mismo estos libertarianos encontraron en el abstracto mote de "populismo", el enemigo que da sentido a toda la lucha y angustia por salvaguardar la presuntamente amenazada "libertad de los individuos". Sin duda la estrategia de generalización, para proyectar en ello un enemigo unificado y abstracto en el que se pueden meter, mezclar e identificar idearios político-económicos que el buen juicio advertiría en distinguir, es una estrategia bastante deficiente y criticable. Hacen bien libertarios como Kaiser al matizar el "neoliberalismo" y denunciar que es el mote usado por las izquierdas para deslegitimar y explicar el fracaso del capitalismo reciente; pero incurren en lo mismo al verter en el mal definido "populismo" el objetivo de ataque que da sentido y premura a la lucha política y despliegue ideológico libertario.

En cuanto aquello que es el objeto de defensa y preocupación de los libertarianos,  la "libertad", concepto amplio y complejo cuando se le asume desde la filosofía, es algo sobre lo que tendré que volver con más calma después. En un interesante debate entre Eduardo Garzón y Juan Ramón Rallo sobre el mercado laboral en España (https://youtu.be/Y1Quzc5sBvQ), Garzón, que hace énfasis en la importancia de considerar las relaciones de poder que atraviesan y constituyen la sociedad, introduce en la discusión la distinción entre libertad positiva y libertad negativa, tema al que volveré en otra entrada de la mano de Isaiah Berlin. El punto que quiero destacar se da en la réplica de Rallo (hacia el 47',45") a la postura de Garzón de que el pobre, por el hecho de serlo, tiene menos libertad. En su refutación, Rallo advierte que no hay que confundir pobreza con libertad, identificándolos, pues se trata de dos conceptos distintos, y de hecho se puede ser pobre y libre o esclavo y rico como señala que acontecía en Roma. Por lo pronto digo que si bien la estrategia argumentativa de Rallo es recursiva y atinente, vendría bien pensar un poco más a fondo la relación entre libertad y poder, considerando que las definiciones más simples y vulgares de ambos términos señalan una mutua implicación, en la medida que la libertad es susceptible de pensarse como cierta facultad o capacidad, a la vez que el poder indica una cierta facultad o capacidad de producir efectos sobre otros o sobre algo.

Un otro reparo es que pese a presentar interesantes defensas y apologías del capitalismo, es decir, de la economía de libre mercado, los libertarianos pasan por alto, a mi parecer, no sólo el problema del poder o las relaciones de poder, lo que es frecuente en  el proceder de ciertos individualismos metodológicos, sino especialmente el problema de sostenibilidad ambiental y demográfica implicado en la relación entre sobreproducción, consumismo y obsolescencia programada. A esto hay que añadir la idea de riqueza asociada sin mayor crítica a la de bienestar, o la idea de que el aumento de la producción conlleva per se una mejora en la calidad de vida. A este respecto es interesante la estrategia de Krause cuando presenta el gráfico sobre el aumento del ingreso coincidente con el despliegue del capitalismo industrial del siglo XVIII, de lo que rápidamente infiere que antes la humanidad era relativamente pobre, si bien las diferencias no eran materialmente tan marcadas; así, el capitalismo habría producido más desigualdad, ampliando la brecha entre ricos y pobres, aspecto en el que Axel Kaiser es enfático en señalar que no constituye el problema, pero a la vez habría sido este sistema, como presuntamente se deriva del gráfico, el causal de toda la riqueza de la que hoy goza la humanidad, y que incluso la calidad de vida de las clases medias y los pobres actuales es, en comparación con la época precapitalista, considerablemente superior. 

De este aspecto surge otra de las distinciones con las que hay que saber dialogar y ponderar los argumentos libertarios sobre la relación entre la desigualdad y la justicia. Sin duda autores como el propio Marx habían hecho un dedicado esfuerzo al categorizar la igualdad y distinguirla de la equidad. Por lo pronto he de señalar que la crítica de los libertarianos a Marx es bastante floja en muchos sentidos, si bien yo estoy de acuerdo con superar, incluso dialécticamente, las secuelas y yerros de Marx y los marxismos. Más allá de toda esta discusión, en la que habría que dialogar con autores como Amartya Sen y asumir el diálogo crítico con las distinciones entre pobreza relativa y pobreza absoluta, así como el vínculo entre desigualdad en la distribución de la renta y las formas de conceptualizar y medir la pobreza. Sin embargo, estas consideraciones con Sen no parecen estar presentes, y en cambio sí han dado una fuerte discusión hacia los planteamientos de Thomas Piketty, crítica a la que por ejemplo Rallo y Kaiser, cada uno por su parte, han dedicado varias de sus publicaciones e intervenciones (https://youtu.be/bCPBVBk3xlc; https://youtu.be/IdaFxv_-0uQ).

Ya para ir cerrando esta entrada, es desafortunado para los libertarianos que en su afán de difusión se han servido de recursos que si bien llegan a algunos, a mi parecer, les generan el descrédito de muchos. Gloria Álvarez ha sabido usar la redes desplegando vídeos propagandísticos que en muchos casos resultan desafortunados en la medida en que fácilmente se pierden o desvirtúan tanto oportunas críticas a ciertas izquierdas especialmente de Latinoamérica, como necesarias y convenientes defensas del libre mercado. Dejo aquí el enlace a una crítica que si bien cargada de otras falacias no hay que desdeñar por cuanto contiene de acierto sobre un vídeo en el que Álvarez contrapone Populismo y República (Las mentiras del enemigo: Gloria Álvarez). Finalmente, el error de Álvarez es quizá que por su entusiasmo obvia aspectos y contextos concretos de la realidad de los países sobre los que opina, a veces con cierta ingenuidad (estoy pensando en sus opiniones muy descontextualizadas sobre el proceso de paz en Colombia), apoyando o defendiendo, seguramente sin quererlo y por culpa de ese mismo desconocimiento, idearios o personajes políticos que en mucho resultarían en franca oposición a las ideas más básicas defendidas por los libertarios, empatizando con quienes se pudieron haber servido del poder desde el Estado para incrementar su patrimonio, o favorecido el capitalismo de amigotes (tan criticado por Rallo), u otras faltas de quienes desde el poder estatal favorecen monopolios y oligopolios, entre otros anatemas sancionados por la propia ideología libertaria.

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