Consideraciones sobre el proceso de paz y su impunidad
Resulta que
ese que hace 15 años era un niño, por quienes muchos se habrían indignado que hubiera sido violentamente reclutado por las putas Farc para una guerra...
ese que era un niño entonces de 9 años, no pudo nunca más volver a la escuela,
no terminó la primaria, apenas aprendió a escribir... hoy es un muchacho de 24
años que no sabe otro oficio que disparar y matar, no sabe otra cosa sino hacer
la guerra... ese que ya no es un niño,
es hoy un guerrillero, que ha matado, ha asesinado... hoy sólo nos
importa que es un hijueputa guerrillero más de los terroristas de las Farc, al que el
Gobierno piensa no sólo dejar injustamente impune (no castigarlo como nuestro
justo corazón ordena) sino además, descaradamente, darle un auxilio económico
de 2 millones de pesos, más una renta básica de poco más de $620mil pesos
(SMMLV x 0,9) durante 24 meses, y ayudarle para que vuelva a estudiar, aprenda
un oficio que le dé sustento económico, patrocinarlo para que emprenda un
negocio que le permita vivir dignamente… ¡Cuánta injusticia, cuánta impunidad!
Y como este guerrillero hay más de 3mil en las filas de estos terroristas, con
los que el nefasto Gobierno de Santos, amangualado con el terrorismo comunista
(enemigo natural de los colombianos y de las personas de bien), piensa hacer
este y otro tipo de concesiones, en el marco de un acuerdo de impunidad que
propone esa ya trillada exigencia de una Reforma Agraria Integral que garantice
al campesinado colombiano mejores condiciones para la agricultura, vías
terciarias, infraestructura y algo de protección para el agro colombiano frente
al siempre benemérito mercado internacional que nos provee a mejor precio,
desde el extranjero, el casi 70% de la canasta básica de consumo de productos
agrícolas en las ciudades donde habitamos el 75% de los casi 50 millones de
colombianos.
Ese ya desgastado intento de quizá más de 200 años (Ley 11 de
octubre de 1821, Ley 200 de 1936, Ley 135 de 1961, Ley 160 de 1994) de hacer
reformas agrarias y por desconcentrar la tierra habida hoy en un 79% en manos
del 11% de los propietarios (concentración reflejada en ese GINI de tierras de
0,82, según los datos del censo agropecuario de 2014), distribución
naturalmente justa que contribuye a que los terratenientes de bien cuiden y
hagan rentable para ellos esta vasta extensión del territorio mientras el
campesinado pauperizado se desplaza a las ciudades para insertarse en las cada
vez más amplias economías informales urbanas. Para qué entonces insistir es
desconcentrar la tierra de las manos de quienes la han hecho rentable con
escasa demanda de mano de obra rural; esas siempre buenas elites gamonales,
ganaderas y mineras que hoy impulsan nuestra prospera economía nacional,
dependiente en un 25% de la renta del subsuelo y que proyecta una rentable
explotación minera en la era de la desindustrialización, que promete crecimientos
a la economía nacional de más de 5 puntos del PIB real, y quienes ante la
amenaza terrorista de las Farc se vieron compelidos a armar sus propios grupos
de autodefensas que pudieron luego desarmarse cuando el prohombre y Gran
Colombiano, Excélsimo Dr. Uribe Vélez, por siempre en el honorable título de
Presidente de los colombianos, fortaleció la Fuerza Pública y al mismo Estado y
les permitió a estos grupos noblemente armados en defensa de los intereses de
empresarios gamonales y terratenientes, ganaderos e impulsores de la rentable
industria del monocultivo, desmovilizarse y recibir auxilios, muy bien
merecidos, de cerca de 480 mil pesos mensuales durante 6 años, y justas penas de
prisión de entre 5 a 8 años para quienes hubieran cometido crímenes de lesa
humanidad, en el marco de la benemérita Ley de Justicia y Paz. Nada que ver con
el injusto e impune acuerdo de la Habana que propone crear una Jurisdicción
Especial de Paz, con un Tribunal de Paz con jueces nacionales e internacionales,
supervisados entre otros por el mismísimo jerarca de la Iglesia Católica, S.S. Papa
Francisco, y veedores de la ONU; jurisdicción de paz que propone en un impune
marco de justicia enfocada en reparar a las víctimas, en el que los
desmovilizados guerrilleros se comprometen a contribuir en el esclarecimiento
de la Verdad, el trabajo en el desminado de los campos, erradicación manual de
cultivos ilícitos y reparación a las víctimas, supervisados por miembros de la
comunidad internacional y de la Fuerza Pública colombiana; y entre 15 a 20 años
de prisión para quienes no contribuyan y para quienes hayan cometido delitos de
lesa humanidad.
Comentarios
Publicar un comentario