En Dios somos nos movemos y existimos



Un día al despertar, en el Panteón, vi que todos los dioses eran Dios y que la divinidad se extendía en todo el Universo. 

Todos los dioses son las formas humanas de representarse a Dios, de ahí que Jenófanes dijera que si los leones o los bueyes tuvieran dioses, se los representarían semejantes a leones o bueyes; o, como habría dicho Spinoza, si los triángulos tuvieran entendimiento para representarse dioses los harían triangulares. De tal modo, todos los dioses humanos, tienen los vicios y las virtudes de los hombres, pues Dios es hecho a imagen y semejanza humana; así el hombre es dios para el hombre. 

Todo el Universo es energía, y el universo está en movimientos permanentes de expansión y de contracción. Ex nihilo nihil fit, pensaban los antiguos; pero ahora sabemos que, la sumatoria total de la materia universal es igual a cero; que la materia se crea de la antimateria; que el Todo como totalidad es igual a Nada. El universo en su expansión crea todo cuanto existe y en su contracción devuelve todo hacia sí, permaneciendo cómo la única existencia necesaria, todo lo demás resulta contingente. 

Ya los antiguos, como Jenófanes, se representaban el Universo como una sola divinidad que lo contiene todo en sí. La divinidad es todo cuanto existe y nada hay fuera de Dios. La creación de Dios es la expansión de su divinidad, de ahí que cada cosa es Dios sin ser Dios. La Bhagavad Gita enseña que la consciencia de Krshna está en todo, pero que las cosas mismas no son Krshna. Spinoza no identificó nunca la Sustancia con las modos de los infinitos atributos, de ahí que las lecturas panteístas eclipsan en sentido de la Sustancia spinozista, del mismo modo como su comprensión del infinito en acto, se nubla si se lee en clave peripatética. Dios crea todo expandiéndose, todo está en Dios y las cosas mismas no son Dios, pero son la expresión de la divinidad. 

No puede pensarse a ningún Dios allende el Universo, esto sería como pensar el Ser por fuera del Ser, lo cual es un absurdo. Por eso todas las personificaciones de Dios, solo tienen cabida en la imaginación de los hombres y en las representaciones de los pueblos y las culturas. Todos los dioses son la representación humana, el ingenio de la imaginación; los dioses todos son imagen de los hombres, con lo cual, toda representación de dios es contingente al igual que los hombres que se las representan. 

Al parecer, solo los hombres son seres que se hacen representaciones de Dios, el resto de seres en la naturaleza parece vibrar en la vibración del Universo, no hay en ellos separación, ellos son parte dentro de ese Todo. Los seres humanos, dotados de imaginación e intelecto, son la parte de la naturaleza que se hace consciente de sí misma, y al hacerlo se conciben como una unidad individual, percibiéndose a sí mismos como entes diferenciados entre sí y del resto de la Naturaleza; esto es el principio de individuación producido por la conciencia humana. Desde esta separación, la imaginación proyecta dioses y seres trascendentales; el intelecto humano, apoyado en la capacidad imaginativa, fabrica ídolos y establece relación con ellos. 

Los ídolos, todos los dioses fabricados por el ingenio humano, mantienen la separación y la ilusión; por eso la Torah proscribió los ídolos, los Baales, y todo dios pagano. Pero la tradición hebrea tuvo algo aún más revelador, el Talmud enseñaba que incluso Dios mismo era un ídolo. Ídolo, como se observa en la tradición hebraica, es todo lo que se antepone entre el Dios verdadero y los hombres, de ahí que la misma idea de Dios pudiera interponerse, manteniendo la separación, bajo la forma de idolatría. Tal era, por su parte, el sentido de los señalamientos que los profetas hicieron a los sacerdotes levitas. Por pecado no se entendía otra cosa que toda acción que separara a los hombres de Dios. El culto en sí no constituía pecado, pero si los dioses humanos, incluyendo las representaciones mismas de Dios, se convertían en ídolos, el hombre se separaba de Dios, estaba en pecado, es decir, separado. 

Las enseñanzas de los profetas y Jesús no parecían insistir en otra cosa que en volver a Dios, a la Unidad, al Amor. Los hombres están en la ilusión de separación, en la individuación, y el retorno a Dios no es otra cosa que despertar y expandir la consciencia de Unidad. En realidad, nuestra existencia es contingente, y solo Dios existe, de ahí que se haya dicho que en Dios somos, nos movemos y existimos, pues solo es posible la existencia en Dios. Pero todo nuestro entender e imaginar, nos concibe separados, nos piensa como monadas aisladas sin comprenderse como parte de la Unidad Total, como expansión de la consciencia divina. La muerte y resurrección de Cristo es la reconciliación y la vuelta a la Unidad, como se lee en esa bella oración de Unidad la finalizar el Evangelio de Juan. Cristo es la comprensión de que todo cuanto hay es contingencia e ilusión, incluso la muerte, que no es más que el fin de la individuación. 

En la brahamanismo, Maya es la ilusión y la separación, pero incluso la ilusión es parte de todo, no es una especie de mal, como tiende a concebirse cristiana-mente; también la idea de mal y de bien son parte de la misma ilusión. El bien y el mal son Maya y Brahma es la Unidad de todo. En Brahma no hay ni bien ni mal; es solo energía que se expande y se contrae, y cuya sumatoria total es igual a la Nada. De ahí que al descorrer el velo de Maya el hombre se conciba en la Unidad; pero también hay todo cuanto Maya es; la expansión de la consciencia abraza a Maya, se rinde a la Ilusión de Maya y descorre su velo. Todos los dioses humanos, todos los ídolos y todas las ideologías son Maya. Desde La Unidad perfecta no hay bien ni mal, pero como estamos bajo el velo de Maya nos imaginamos que los dioses no son Dios y por eso son ídolos que nos conservan en la ilusión de separación; pero si al descorrer el velo de Maya contemplamos que todo cuanto es, es Dios, y que solo Dios existe expandiéndose y contrayéndose, creando y destruyendo todo cuanto hay, vemos que no hay pecado en Dios ni en la Naturaleza, que bien y mal son parte de la ilusión; observamos entonces que todos los dioses son Dios y que la divinidad se expande en todo el Universo.

Dios es todo cuanto hay y nada existe por fuera de Dios. Las cosas no son Dios pero solo Dios es.
El Universo se expande y se contrae; la energía total del Universo es igual a cero. Dios es vacuidad absoluta y solo Dios existe. Estas son palabras y juegos de palabras. Todo lo dicho solo es ruido para el intelecto, mas Dios habita en el silencio permaneciendo inaccesible al humano entendimiento.

βάχΧος
Ermita erial




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